¡AY, TRISTE PARADOJA!
La noche conspiró,
y al unísono conspiraron
curiosidad y tedio,
y alguna pincelada de misterio
captó nuestra atención.
¿Qué saeta de fuego
atravesó los corazones
con la magia de los sueños?
Acaso fué el embrujo
de las noches de abril
envueltas en secreto,
henchidas de pasión
o quizás el azar;
tu dulzura sin rostro,
o la brisa apacible
que envolvió tu presencia.
Yo te esperaba en mi ventana.
Tú te colabas travieso,
como un chiquillo...
Yo te quería mío;
tu esquivabas mis afanes,
y me robabas la ternura
de tu nombre.
La noche me burló.
Fué a veces clara,
y otras muchas fría y oscura.
¡Ay triste paradoja...!
Brissa
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Gaviota -