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Un soplo de brisa fresca

Poesía española actual

HORAS DE AMOR

HORAS DE AMOR

http://www.youtube.com/watch?v=DDLhhrMWX5o


 

¿Te acuerdas? Quise, con impulso leve,

sobre tu pecho colocar mi oído

y escuchar el dulcísimo latido

con que tu blando corazón se mueve.

 

Prendí en mis brazos tu cintura breve

Y hundí mi rostro en el caliente nido

de tu seno, que es mármol encendido,

carne de flores y abrasada nieve.

 

¡Con que prisa y qué fuerza palpitaba

tu enamorado corazón! Pugnaba

tu talle, en tanto, más, con ansia loca,

 

bajo la nieve el corazón latía,

y, en tu gallarda rebelión, quería

saltar del pecho por besar mi boca....

(Ricardo León)

Poemas de Luis García Montero

Poemas de Luis García Montero

Por septiembre...

Por septiembre
se te llenan de sótanos los labios
y es relativo el cielo
después de haberte visto preguntarle a la vida.
Pero también el cielo,
arrugado y preciso
como tu cazadora adolescente,
quiere estar entreabierto,
brillar recién amado,
descansando en la hierba
el peso de su larga cabellera de nubes.

Por septiembre
se te llenan de humo los síes en la boca.

 

¿Quién anda ahí...

¿Quién anda ahí,
verso sin terminar entre mis versos,
desatendido sueño,
silencio de las luces y las puertas?

¿Quién anda ahí,
después de haberse ido, persistiendo
con ojos de batalla,
bajo la sombra muerta de las llaves?

¿Quién anda ahí,
viniendo sin venir, deshabitando
el tono de su voz,
la cuenta inacabada de los pasos?

En esos mismos labios que han hecho las maletas,
yo buscaba los héroes del destino.
Vinieron una tarde por llevarte con ellos,
y comprendí que nada se comprende.

 

Bahía (Antonio Gala)

Bahía  (Antonio Gala)

Bahía

¿Cómo comer sin ti, sin la piadosa
costumbre de tus alas
que refrescan el aire y renuevan la luz?
Sin ti, ni el pan ni el vino,
ni la vida, ni el hambre, ni el jugoso
color de la mañana
tienen ningún sentido ni para nada sirven.
Allá fuera está el mar,
allá fuera, en el mundo, estás tú.
Comiendo tú sin mí:
tu hambre, tu pan, tu vino y tu mañana.
Yo aquí, ante los manteles opacos
y la bebida amarga,
ante platos sin sabor ni colores.
Lo intento, sí, lo intento, pero cómo
comer sin ti, ni para qué...
Tú te has llevado tu olor a bosque
y el gusto de la vida.
Fuera están mar y aire.
Dentro, yo solo frente a la mesa puesta
que ha perdido su voz y su alegría.

Palabras nunca dichas (José Agustín Goytisolo)

Palabras nunca dichas (José Agustín Goytisolo)

No sabía decirlas, no podía;
porque jamás las pronunciará antes,
juntas así.
La angustia la mataba,
imposible aguantar aquel anhelo
que era dolor cruel
de tan agudo.
Y las palabras nunca dichas
fueran el único remedio
en  aquel trance
que alteraba su cuerpo:
de la piel, hasta lo más profundo.
Con voz rota ella pide:
¡oh tú, por caridad ayúdame
a decirte que... Palabras.

Confesiones (Luis García Montero)

Confesiones (Luis García Montero)

Yo te estaba esperando.
Más allá del invierno, en el cincuenta y ocho,
de la letra sin pulso y el verano
de mi primera carta,
por los pasillos lentos y el examen,
a través de los libros, de las tardes de fútbol,
de la flor que no quiso convertirse en almohada,
más allá del muchacho obligado a la luna,
por debajo de todo lo que amé,
yo te estaba esperando.
Yo te estoy esperando.
Por detrás de las noches y las calles,
de las hojas pisadas
y de las obras públicas
y de los comentarios de la gente,
por encima de todo lo que soy,
de algunos restaurantes a los que ya no vamos,
con más prisa que el tiempo que me huye,
más cerca de la luz y de la tierra,
yo te estoy esperando.
Y seguiré esperando.
Como los amarillos del otoño,
todavía palabra de amor ante el silencio,
cuando la piel se apague,
cuando el amor se abrace con la muerte
y se pongan mas serias nuestras fotografías,
sobre el acantilado del recuerdo,
después que mi memoria se convierta en arena,
por detrás de la última mentira,
yo seguiré esperando.

Luis García Montero

La noche le es propicia de José Agustín Goytisolo

La noche le es propicia de José Agustín Goytisolo

 

Fotografía: Sofía Barral

Todo fue muy sencillo:
ocurrió que las manos
que ella amaba,
tomaron por sorpresa
su piel y sus cabellos;
que la lengua
descubrió su deleite.
¡Ah! detener el tiempo!
Aunque la historia
tan sólo ha comenzado
y sepa que la noche
le es propicia,
teme que con el alba
continúe su sed
igual que siempre.
Ahora el amor la invade
una vez más. ¡Oh tú
que estás bebiendo!
Apiádate de ella,
su garganta está seca,
ni hablar puede.
Pero escucha su herido,
respira la agonía
de un éxtasis y el ruego:
¡no te vayas, no, no te vayas.
¡Quiero beber yo!

¡Cuántas cosas...! de Agustín García Calvo

¡Cuántas cosas...!     de Agustín García Calvo

Fotografía: Sofía Barral

 

¡Cuántas cosas tendría que deciros,
si supiera quién hay tras de la puerta,
si pudiera contar lo que despierta
cada vez que se duermen mis sentidos!

Pero ya no me queda entre los giros
de los pasillos de esta vida muerta,
más que un polvillo de memoria incierta,
que no sé si en un soplo transmitiros.

Puede que alguno de vosotros sienta,
al oír lo que digo, que esa cuenta
ya la ha oído él sonar antaño.

Y tal es verdad. Yo aquí en la boca
siento que lo más mío me es extraño
y que en mí la razón se vuelve loca.


Agustín García Calvo

Ya nunca más diré: «Todo termina....

Ya nunca más diré: «Todo termina....

Fotografía: Sofía Barral

 

Ya nunca más diré: «Todo termina»,
sino: «Sonríe, alma, y comencemos.»
En nuevas manos pongo nuevos remos
y nuevas torres se alzan de la ruina.

Otra alegre mañana determina
el corazón del mundo y sus extremos.
Juntos, alma, tú y yo inauguraremos
este otro amor y su preciosa espina.

Para mirar mi muerte atrás miraba
y encontré renaciente la llanura
y sellada la boca de mi herida.

Ni el nombre sé yo ya de quien amaba,
desmemoriado y terco en la aventura
de que quien me mató me dé la vida.

 

Antonio Gala 

La Brisa

La Brisa

El conocimiento de este hermoso poema se lo debo a Carmen, amiga de poesia_amistad, y en su honor lo dejo aquí para compartirlo con los que visitais este rincón.

Aliento de la mañana

que vas robando en tu vuelo

la esencia pura y temprana

que la violeta lozana

despide en vapor al cielo.

Dime, soplo de la aurora,

brisa inconstante y ligera,

¿vas por ventura a esta hora

al valle que te enamora

y que gimiendo te espera?

¿O vas acaso a los nidos

de los jilgueros cantores

que en la espesura escondidos

te aguardan medio adormidos

sobre sus lechos de flores?

¿O vas anunciando acaso,

sopla del alba naciente,

al murmurar de tu paso,

que el muerto sol del ocaso

se alza un niño en Oriente?

Recoge tus leves alas,

brisa pura del Estío,

que los perfumes que exhalas

vas robando entre las galas

de las violetas del río.

Detén tu fugaz carrera

sobre las risueñas flores

de la loma y la pradera,

y ve a despertar ligera

al ángel de mis amores.

Y dile, brisa aromada,

con tu murmullo sonoro,

que ella es mi ilusión dorada,

y que en mi pecho grabada

como a mi vida la adoro.

(A mi querido amigo J.C. Fernández)

MANUEL ACUÑA

Entre nubes otoñales....

Entre nubes otoñales....

Domingo triste, gris... Nubes de otoño que, ocasionalmente, vierten lágrimas suaves. Esta tarde toca abrazar el cojín naranja, y calentar sofá viendo la película con la que descubrí a Julia y a Denzel, en un cine que hace años cerró sus puertas seguramente herido de muerte por la, ya también caduca, era del video-club.

Solo un ratito para venir a dejar un poema, de ese poeta que parece leer -sin dificultad- en mi mente y en mi corazón.

 

Tú me llamas, amor, yo cojo un taxi...

Tú me llamas, amor, yo cojo un taxi,
cruzo la desmedida realidad
de febrero por verte,
el mundo transitorio que me ofrece
un asiento de atrás,
su refugiada bóveda de sueños,
luces intermitentes como conversaciones,
letreros encendidos en la brisa,
que no son el destino,
pero que están escritos encima de nosotros.

Ya sé que tus palabras no tendrán
ese tono lujoso, que los aires
inquietos de tu pelo
guardarán la nostalgia artificial
del sótano sin luz donde me esperas,
y que, por fin, mañana
al despertarte,
entre olvidos a medias y detalles
sacados de contexto,
tendrás piedad o miedo de ti misma,
vergüenza o dignidad, incertidumbre
y acaso el lujurioso malestar,
el golpe que nos dejan
las historias contadas una noche de insomnio.

Pero también sabemos que sería
peor y más costoso
llevárselas a casa, no esconder su cadáver
en el humo de un bar.

Yo vengo sin idiomas desde mi soledad,
y sin idiomas voy hacia la tuya.
No hay nada que decir,
                                              pero supongo
que hablaremos desnudos sobre esto,
algo después, quitándole importancia,
avivando los ritmos del pasado,
las cosas que están lejos
y que ya no nos duelen.

LUIS GARCÍA MONTERO

 

 

EDUARDO MAZO, poeta de la Rambla

EDUARDO MAZO, poeta de la Rambla

Hace unos días, alguien recitó en el canal poesia del IRC el poema que se reproduce a continuación. Me causó curiosidad, y decidí buscar al autor en google, y encontré a Eduardo y su página web. Leí lo siguiente sobre el poeta:

"Eduardo es un poeta que exhibe sus composiciones en grandes paneles de madera en el paseo. Es el paradigma de argentino bohemio: ha sido vendedor, psicólogo, periodista, político del Partido Peronista... Edita y vende sus propios libros, debido al poco apoyo que los editores dan a los artistas de verdad, dice.

Su aspecto parece sacado de una película de tangos de los años cincuenta: delgado, sesentón, con pañuelo al cuello y gorra ladeada con la normal chulería en estos casos. Locuaz, como buen bonaerense, simpático y humano. Es, también, un poquito presumido: dice que sus poesías se las han inspirado tantísimas mujeres como le han amado y que él se las dedicaba a ellas.

Mas, sus poemas, dice, no son poemas de amor, sino pequeñas antorchas que le iluminarán las fotos de sus amadas cuando las oscurezca el tiempo. Y ni la muerte podrá con su capacidad para tanto amar."

© Texto de Felipe Sérvulo


LA ÚLTIMA BANDERA

Cuando el dolor me alcanza el fondo de los huesos,
cuando ya no hay milagros;
cuando la gente es una turba de espinas y de agujeros,
cuando todo es exacto;
cuando los viejos no están y nadie sabe dónde han ido,
cuando está roto el canto;
cuando se curvan los colores en alegorías impiadosas,
cuando mienten los pájaros;
cuando en los espejos se oxidan las sonrisas,
cuando todo es de barro;
cuando las entrañas huyen del arco iris,
cuando no hay solitarios;
cuando la piedra se vuelve indiferente debajo de la lluvia,
cuando se quiebra el paso;
cuando la tarde es un vahído soñoliento y sin gusto,
cuando reinan los malos;
cuando todo es redondo como una moneda fantasmal e imponente,
cuando el sueño es negado;
cuando las palabras invaden los cementerios,
cuando nada es nostálgico;
cuando la soledad desfila delante de los niños,
cuando se va la mano;

yo me pongo a escribir y en mis poemas
me dibujo esta bandera y la levanto.

Eduardo Mazo (Poeta de las ramblas)

Si quereis conocer mejor a Eduardo os dejo aquí la dirección de su web: http://www.eduardomazo.com/

Os lo recomiendo, vale la pena.

SABER DE TI (Ricardo Sotillo)

SABER DE TI  (Ricardo Sotillo)


Me gustaría saber de ti,
saber que todo en tu vida
marcha sobre ruedas para
poder cambiarlas por alas.
Quisiera mandarte un saludo,
para que te refresque el alma y la memoria.
Me gustaría que cada día
vayas cumpliendo poco a poco
cada uno de tus sueños,
para que así te dure el regusto toda la vida.
Pero, sobre todo, lo que quiero es
que sigas respirando el mismo aire
que me da vida unas 15 veces por minuto,
que tu corazón te impulse
con suficiente fuerza unas 80 veces por minuto,
que tus ojos se abran y cierren
parpadeando un millar de veces al día
y que de vez en cuando,
sólo de vez en cuando,
aunque sea sólo una vez más en tu vida,
recuerdes, sonrías y me escribas.

Ricardo Sotillo

Ricardo Sotillo es doctor por la Universidad de Granada. Licenciado en Psicología (Psicología Clínica), también es Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación en la Universidad de Sevilla. Master en Comunicación en las Organizaciones por la Universidad de Barcelona (Escuela de negocios Las Heures) y Diplomado en Alta Dirección de Empresas (PADE). Ha realizado estudios de postgrado en intervención psicosocial y en comunicación humana. Director en los cursos de verano sobre "Gestión del estrés en la Sociedad de la Información" y de "Habilidades de Comunicación", de la Universidad Carlos III y Universidad de León. Premio Hipatia de la Escuela Andaluza de Salud Pública por su aportación en el ámbito sociosanitario. Profesor en programas Máster de Emergencias Sanitarias, en colaboración con la Consejería de Salud de Andalucía, Universidad de Córdoba y Universidad de Barcelona. También ha sido profesor de programas de Relaciones Laborales, Habilidades Sociales y Afrontamiento del Estrés, dentro del plan de formación interadministrativa del Instituto Nacional de la Administración Pública.


La poesía de ANGEL GONZÁLEZ

La poesía de ANGEL GONZÁLEZ

BREVES NOTAS BIOGRÁFICAS:

Poeta y profesor de literatura, pertenece al grupo conocido como -Generación de los 50- o del medio siglo. Dueño de una poesía humanamente comprometida, teñida de fina ironía y humor. Nació en Oviedo y su infancia estuvo marcada por la sombra de la guerra civil y por la muerte prematura de su padre cuando él apenas contaba dos años. La experiencia de la guerra aparecerá en su primer libro, Aspero mundo (1956) y con el que obtendría un accésit del Premio Adonais. En él se ordenan una serie de vivencias originadas por el trauma de la guerra civil española reflejadas en la contraposición de dos mundos irreconciliables: el de la infancia, sensación casi nube y la cruel realidad, de duros y agrios perfiles.

A partir de entonces, su posición ante el mundo se torna más clara y militante. Al escribir en 1961 Sin esperanza, con convencimiento, incluye ya un análisis social de las causas de la derrota y pasa a ser clasificado claramente en el grupo de los poetas sociales. Angel González abandona más adelante esta actitud para dedicarse a una poesía en la que testimonia su propia experiencia de la realidad y donde hay una preocupación por la palabra en sí misma, por la expresión justa, precisa, casi imprescindible. El paso del tiempo, la temática amorosa y cívica, son tres obsesiones que se repiten a lo largo y ancho de sus poemas. Su tercer libro, Grado elemental (1962), fue galardonado en Colliure con el Premio -Antonio Machado-, poeta al que Angel González admira profundamente. Palabra sobre palabra (1965), Tratado de urbanismo (1967), Breves acotaciones para una biografía (1971), Procedimientos narrativos (1972), Muestra de algunos procedimientos narrativos y de las actitudes sentimentales que habitualmente comportan (1976) y Prosemas o menos (1984) son otros de sus libros. Su obra completa, en la que incluye poemas inéditos, ha sido publicada en tres ocasiones, la última de ellas en 1986, y siempre con el título de Palabra sobre palabra. Es asimismo autor de diversos estudios poéticos sobre Juan Ramón Jiménez (1973), el Grupo poético de 1927 (1976), Gabriel Celaya (1977) y Antonio Machado (1979). Angel González es maestro nacional, licenciado en Derecho por la Universidad de Oviedo y periodista por la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid. Trabajó también en el Ministerio de Obras Públicas, de donde es funcionario en excedencia. Actualmente enseña Literatura Española Contemporánea en la Universidad de Alburquerque (Estados Unidos), habiendo sido profesor visitante en las de Nuevo México, Utah, Maryland y Texas.

(Texto extraído de http://www.epdlp.com/)


SU POESÍA

SON LAS GAVIOTAS, AMOR

Son las gaviotas, amor.
Las lentas, altas gaviotas.

Mar de invierno. El agua gris
mancha de frío las rocas.
Tus piernas, tus dulces piernas,
enternecen a las olas.
Un cielo sucio se vuelca
sobre el mar. El viento borra
el perfil de las colinas
de arena. Las tediosas
charcas de sal y de frío
copian tu luz y tu sombra.
Algo gritan, en lo alto,
que tú no escuchas, absorta.

Son las gaviotas, amor.
Las lentas, altas gaviotas.


ME HE QUEDADO SIN PULSO

Me he quedado sin pulso y sin aliento
separado de ti. Cuando respiro,
el aire se me vuelve en un suspiro
y en polvo el corazón de desaliento.

No es que sienta tu ausencia el sentimiento.
Es que la siente el cuerpo. No te miro.
No te puedo tocar por más que estiro
los brazos como un ciego contra el viento.

Todo estaba detrás de tu figura.
Ausente tú, detrás todo de nada,
borroso yermo en el que desespero.

Ya no tiene paisaje mi amargura.
Prendida de tu ausencia mi mirada,
contra todo me doy, ciego me hiero.


INMORTALIDAD DE LA NADA

Todo lo consumado en el amor
no será nunca gesta de gusanos.

Los despojos del mar roen apenas
los ojos que jamás
-porque te vieron-,
jamás
se comerá la tierra al fin del todo.

Yo he devorado tú
me has devorado
en un único incendio.

Abandona cuidados:
lo que ha ardido
ya nada tiene que temer del tiempo.


VALS DE ATARDECER

Los pianos golpean con sus colas
enjambres de violines y de violas.
Es el vals de las solas
y solteras,
el vals de las muchachas casaderas,
que arrebata por rachas
su corazón raído de muchachas.

A dónde llevará esa leve brisa,
a qué jardín con luna esa sumisa
corriente
que gira de repente
desatando en sus vueltas
doradas cabelleras, ahora sueltas,
borrosas, imprecisas
en el río de música y metralla
que es un vals cuando estalla
sus trompetas.

Todavía inquietas,
vuelan las flautas hacia el cordelaje
de las arpas ancladas en la orilla
donde los violoncelos se han dormido.

Los oboes apagan el paisaje.
Las muchachas se apean en sus sillas,
se arreglan el vestido
con manos presurosas y sencillas,
y van a los lavabos, como después de un viaje.

LA VIDA EN JUEGO

Donde pongo la vida pongo el fuego
de mi pasión volcada y sin salida.

Donde tengo el amor, toco la herida.

Donde pongo la fe, me pongo en juego.

Pongo en juego mi vida, y pierdo, y luego
vuelvo a empezar, sin vida, otra partida.

Perdida la de ayer, la de hoy perdida,
no me doy por vencido, y sigo, y juego
lo que me queda: un resto de esperanza.

Al siempre va. Mantengo mi postura.

Si sale nunca, la esperanza es muerte.

Si sale amor, la primavera avanza.

MIENTRAS TÚ EXISTAS

Mientras tú existas,
mientras mi mirada
te busque más allá de las colinas,
mientras nada
me llene el corazón,
si no es tu imagen, y haya
una remota posibilidad de que estés viva
en algún sitio, iluminada
por una luz cualquiera...
Mientras
yo presienta que eres y te llamas
así, con ese nombre tuyo
tan pequeño,
seguiré como ahora, amada
mía,
transido de distancia,
bajo ese amor que crece y no se muere,
bajo ese amor que sigue y nunca acaba.


FRANCISCO ARIAS SOLÍS

FRANCISCO ARIAS SOLÍS

Notas biográficas:

Nace en Málaga, completa sus estudios de bachiller en Ronda, universitarios en Granada y Madrid dónde estudia Ingeniero de montes. Trabaja en Cádiz en Prevención de riesgos laborales. Colabora con varios periódicos, revistas culturales y literarias. Es un biógrafo bastante prolífico.

En 1992 funda la Asociación cultural artística y literaria foro libre y cinco años mas tarde la Asociación Internacional de Internautas por la Paz y la Libertad.

POEMAS

UN CORAZÓN QUE SUPO AMAR

Aquí nadie yace,
todo es falso
y la muerte aún no la comprendo.
A mis amigos dejé de visitarlos
porque debía de partir,
otros me esperaban desde siempre en silencio
y temía ya no reconocerlos.
Ahora estoy con ellos
y hablamos de la lluvia.
Aquí nadie yace,
los cementerios están vacíos
y las flores no saben llorar.
Si quieres recordarme... vete,
búscame entre las cosas
y más allá de las cosas
sobre los sueños.
La muerte nunca la comprendí
y quizá por eso
permaneceré siempre vivo.

AL SENTIR TU BRISA

Porque quiero quererte y no te quiero,
porque sueño soñarte y no te sueño,
porque anhelo anhelarte y no soy dueño
de aquello que prefiero y no prefiero.
Porque busco tu paso en el sendero
mientras huyo no huyendo de mi empeño,
y me siento pequeño, tan pequeño,
que no logro en mi vida ser sincero.
Por haberte vivido sin vivirte
y haberte amado tanto sin amarte,
puedo soñar contigo limpiamente.
Porque al sentir tu brisa sin sentirte,
pudiera en la caricia desearte
gozando de tu ausencia plenamente.

TE DEVORO A CARICIAS

Con estos labios que ha de comer la tierra,
te beso limpiamente los mínimos cabellos
que hacen anillos de ébano, minúsculos y bellos
en tu cuello, lo mismo que el pinar en la sierra.
Te muerdo con los dientes, te hiero en esta guerra
de amor en que enloquezco. Sangras. Y pongo sellos
a las heridas tibias con besos, besos... Ellos
que han de quedar comidos, mordidos por la tierra.
Tal ímpetu me come las entrañas, que sorbo
tu carne palmo a palmo, cerco de llama el sexo,
te devoro a caricias, y a besos, y a mordiscos.
Ni la muerte, ni el ansia, ni el tiempo son estorbo.
El abrazo es lo mismo si cóncavo o convexo,
y yo soy un cordero que trisca en tus apriscos.

CIEGO DE AMOR

He de sembrar tu tierra, amada mía,
de esta semilla amante, huracanada,
que me duele en el alma, aprisionada
por esta piel, o cárcel, o agonía.

No sé que fuerza, con tenaz porfía,
me convoca en tu entraña. A su llamada
marcha hacia ti mi sangre enamorada,
increíble, ancestral, cálida, umbría.

Ciego de amor, en proceloso anhelo
voy desde el corazón a tu figura,
delirante de instinto y de desvelo.

Llena mi soledad, mi noche oscura
y el cósmico silencio de este cielo
que amenaza mortal desde la altura.

LOS POBRES DE TODOS LOS DOMINGOS

¿Cómo serán los pobres, dime, madre?
¿Cómo será esa gente sucia y fea
que todos los domingos encontramos
y nos pide a la puerta de la iglesia?
¿Cómo serán sus casas, dime, madre?
¿Tendrán televisión como la nuestra?
¿Se cambiarán de sábanas los jueves?
¿Usarán en invierno estufa eléctrica?
¿Cómo serán sus fiestas, dime, madre?
¿O es que los pobres nunca van a fiestas?
¿Beberán en porrón, por ahorrar copas?
¿Conocerán la música moderna?
¿Cómo son sus amigos, dime, madre?
¿Son pobres como ellos? ¿Veranean?
¿Y de qué hablan con ellos cuando salen?
¿De fútbol? ¿De política? ¿De ciencia?
¿Se divierten los pobres, dime, madre?
¿Van a cafeterías, van a tiendas?
¿Van a cines de barrios, o a piscinas,
o están pidiendo siempre por las puertas?
Y los hijos, los hijos de los pobres,
dime, madre, ¿con qué juguetes juegan?
¿Tienen ellos también los Reyes Magos?
¿Se comen a las cinco la merienda?
¿Nos odiarán los pobres, dime, madre?
Nos odiarán o les dará vergüenza
sentirse tan pequeños y tan pobres,
comparar nuestro coche y su miseria?
¿Cómo serán los pobres, dime, madre?
¿Se enamoran? ¿Sonríen? ¿Sufren? ¿Rezan?
¿Cómo será esa gente que nos pide
y que al salir de misa nos molesta?

ÁMAME ESTA NOCHE

¡Qué amante
no será dichoso esta noche,
qué amante no tendrá esta noche su dicha,
su amor, su fiel amor contra su pecho!
Ese amante soy yo,
yo soy ese alma desolada entre la felicidad de los otros,
entre los dichosos suspiros y los oscuros abrazos
de los que pasan bajo la luna pisando la música
desgajada y caída sobre la tierra nocturna.
¡Ah! La flor del amor me ha sido negada.
¿Qué hago entonces aquí?
Mas la esperanza existe mientras vive el amor.
Ámame esta noche, amor mío,
ámame y no rompas este corazón que te pertenece
y cuya enfermedad tiene tu mismo nombre
y tu rostro y tu alma
y tu cuerpo y tu gracia y toda tu figura.

AL SENTIR TU BRISA

Porque quiero quererte y no te quiero,
porque sueño soñarte y no te sueño,
porque anhelo anhelarte y no soy dueño
de aquello que prefiero y no prefiero.

Porque busco tu paso en el sendero
mientras huyo no huyendo de mi empeño,
y me siento pequeño, tan pequeño,
que no logro en mi vida ser sincero.

Por haberte vivido sin vivirte
y haberte amado tanto sin amarte,
puedo soñar contigo limpiamente.

Porque al sentir tu brisa sin sentirte,
pudiera en la caricia desearte
gozando de tu ausencia plenamente.

DÍA DE FIESTA

Madre, que vienen los ricos,
pon cara de pena.
Madre, saca el cartelito
y trae la muleta.
Madre, que esta mañana
va bien la faena.
Madre, se ve que hoy la plática
les ha hecho mella.
Madre, ya va siendo tarde,
hagamos las cuentas.
Madre me quedo yo diez duros
que es día de fiesta.
Madre, que quiero comprarme
un bollo de crema.
Madre, ¡que ya estoy harto
de pan con acelgas!
Madre, te veo cansada,
¿te sientes enferma?
Madre, ¿por qué estás llorando?
¡Que yo no te vea!
Madre, cuando yo sea hombre
me iré a las Américas.
Madre, o mejor a Alemania
que pilla más cerca.
Madre, ¡verás cuantos duros
traeré cuando vuelva!
Madre, y así ya no pides
cuando seas vieja.
Madre, ¡pondremos un puesto
muy grande, en la acera!
¡Madre, y dentro una estufa
y una radio nueva!
Madre..., que ya es mediodía
y padre reniega.
Madre..., y tú no le cuentes
mi bollo de crema.
¡Madre, que viene más gente,
los ricos se acercan!
Madre, pon cara de frío
¡y trae la muleta!

LAS OLAS DE TUS MUSLOS

Sentirte bajo mí en la suave arena;
sentir los tiernos peces de tus senos,
las olas de tus muslos, la espuma de tus risas,
la resaca sutil de tus abrazos,
las gaviotas sin fin de tus gemidos...
Sentir sobre los hombros, sobre el alma
el cómplice rielar de la primera estrella
y una brisa profunda y encendida,
fragante de perdidas caracolas.
Sentir en tus caderas las algas del deseo
tesoros prometiendo al navegante,
y en tu sangre sentir latidos de nereida.
Sentir en los corales y perlas de tu boca
la ira cruel, demencial, de tempestades;
sentir en tus cabellos la quietud y dulzura
de un tálamo solar, de una colcha de pétalos;
sentir en la emoción de tu mirada
el mundo renaciendo como un abril latino,
y en llamas el espacio ceñido al mar constante;
sentir, sentir tan sólo la luz de este momento.

HUELEN A TI LAS SÁBANAS

Huelen a ti las sábanas, amor, y todavía
está tu libro abierto encima de la mesa
y hay ropa por el suelo y discos y tabaco.

Aunque aquí ya no estés mi cuerpo aún te busca.
Y en este fingimiento de abrazarte, en la almohada
persigo tu recuerdo, tu delgada cintura.

Por suerte no es un sueño y quizá en el baño
mi cepillo me espere, húmedo de tu boca,
o toallas que secaron tu pelo.

Huelen a ti las sábanas. El barrio se despierta.
Hay voces en la calle y luz tras la persiana.
El sol debe estar alto. Qué corta fue la noche.

AL ROJO DEL CALOR

Entrar en ti, mi umbral, mi patio umbrío,
entrar y descubrirte en tu reposo,
lenta resina, miel, vino oloroso;
entrar en ti, brocal, gozo sombrío.
Entrar en ti, zaguán, entrar con brío,
cámara oscura, aljibe, sudoroso,
perfumado lagar, bodega, foso,
tibio aposento, ardiente escalofrío.
Apostándome así, contra tu vera;
entrar en ti, despacio, recorrerte
a tientas con paredes de salmuera.
Entrar en ti, subiéndote, sin verte,
y el vértigo verter para que fuera
ensillada y sin mí quede la muerte.

BASTA EL SILENCIO

Estoy desnudo, el sol con fuego dice
cuanto diría el hombre enamorado.
Basta el silencio a confesarlo todo,
si tendido en la orilla de algún río
el hombre calla y en su pecho, mudo.
un sol como el cielo resplandece.
Ya lo sabemos todo. Que son rojos
los labios que se besan en la orilla,
que la vida es un breve y dulce abrazo
y que con la mañana una alegría
sin nombre nos invade silenciosa.
Ya no necesitamos las palabras.
Ya basta el sol que besa, basta el río
que nos lleva en sus ondas lentamente,
y el viento que los ojos acaricia,
la verde sombra que en la boca tiembla.

Vuelvo a sentir tu vida
Tenerte cerca. Hablarte.
Y besarte en silencio.
Y sentir el contacto
caliente de tu cuerpo.
Sentir que vives, trémula,
aquí contra mi pecho.
Que mis brazos abarcan
tus límites perfectos.
Que tu piel electriza
las yemas de mis dedos.
Que la vida se ahoga
en el hilo de un beso.
Que así, en la sombra, a tientas,
bajo la noche, ciegos,
topándonos a oscuras
mientras todo es silencio,
nos amamos y somos
casi dioses rugiendo.
Vuelvo a palpar tu carne,
vuelvo a besarte, vuelvo
a estrecharte en la sombra
ciega contra mi pecho.
Vuelvo a sentir tu vida
trémulamente. Siento
que el desamparo pone
su soledad, su cerco,
en torno de nosotros.
El mundo está desierto.
Mudo. Tú y yo arrojados
a un destino violento,
aquí, sobre la tierra,
abrazándonos ciegos.
Y entonces te recojo,
te amparo, te sujeto,
pequeña, débil, mía,
cobijada en mi aliento,
sostenida en mis brazos,
cubierta con mis besos.
Pero mi pequeñez
en seguida comprendo.
Mi inútil protección,
castillo sin cimientos,
rueda deshecha frente
al enorme Universo.
¡Qué poco puede un hombre!
Y me refugio en medio
de tanta soledad
en tu caliente cuerpo,
para que entre tus brazos
me mezas con tu tierno
amor. Niño asustado,
busco tu amor materno.
Los dos en la tiniebla
abrazados, pequeños,
frente a la eternidad,
lloramos en silencio.
La noche continúa
mudamente cubriéndonos.

COMO UN VAHO DE AMOR

Tú que me miras, mírame hasta el fondo.
Tú que me sabes, sábeme.
Porque falta muy poco, porque el tiempo
arrecia vendavales
que se llevan ventanas y gemidos,
besos, ruidos de calles,
este silbido agudo que ahora escuchas
en el vecino parque,
las nubes delicadas que se juntan
en los azules gráciles
y el corazón con que me miras hondo
queriendo acariciarme.
Nada puedes hacer. Nada podrías
hacer. Déjate suave.
Es más fácil así. Vayamos juntos,
llevados por el aire,
si envejeciendo en el ciclón horrible,
unidos, esenciales,
mirándonos al fondo de la vida
y viendo allí la imagen
de nuestros cuerpos paseando dulces
por huertos virginales...
Eras tan clara. Junto al aire tanto
te amé... En la tristeza grave
tú me arrancabas la melancolía
como una espina aguda de la carne;
me acompañabas en las horas puras;
me rozabas tan suave
con tus dedos sutiles, con tu dulce
modo de acompañarme...
...Fuiste como una niebla, como un vaho
de amor, como un vapor imponderable
que me envolviese en cálidas vislumbres
las duras realidades,
y que después, pasadas las aristas
crudas, me rodease
y me dijese: "-Existe en el mundo.
Ven ya hacia el mundo. Ámame".

TUS LABIOS

Quizá perdí mi juventud, quizá
perdí Floridas increíbles.
Quizá perdí otras cosas, pero tengo
la sal ardiente de tus labios.
Una infancia perdí, quizá un deseo
de una luz entre pinos y el mar puro.
Perdí el cielo del sur, pero ahora tengo
la sal y el fuego de tus labios.
Sí, perdí mi bahía, donde el tiempo
no parecía existir sino soñando.
Unos sueños perdí, pero te tengo
y contigo a tus labios.
¿Perdí a Dios? Una noche sentí oscura
la soledad, la muerte entre los brazos.
Y helado el corazón. Más luego tuve
la honda caricia de tus labios.
Ya no estaré más sólo. Quiera el mundo
herir con frío o con puñal mi alma.
Ya no estaré más solo porque tengo
la compañía de tus labios.

GOZO PURO

¡Gozo de un labio! ¡Gozo de un suspiro!
¡Gozo de un cuerpo fiel! ¡Gozo de un beso!
¡Gozos del poseedor y del poseso,
que hacen candeal el celo y su respiro!

¡Gozo de la caricia en que me miro!
¡Gozo hecho carne, gozo puro, ileso...!
¡Gozos del barro en flor, gozos sin peso,
que estrofan, gozo en gozo, como un giro!

Gozo para ser más, lúcido instante,
de deliciosa entrega derramada,
rica en temblor, en fuego y lozanía.

Gozo que al convertirme en pleno amante,
trueca mi errante sangre recatada
en una apoteosis de osadía.

POEMA DE NAVIDAD

Paz y libertad
Porque un Niño ha nacido
en esta tierra,
que suenen los tambores,
cese la guerra.
Porque el Niño se hizo
pan y alimento,
que no quede en la tierra
ningún hambriento.
Porque un Niño nos trajo
paz y libertad,
que a todos ilumine
hoy la Navidad.

Ciego de amor

He de sembrar tu tierra, amada mía,
de esta semilla amante, huracanada,
que me duele en el alma, aprisionada
por esta piel, o cárcel, o agonía.

No sé que fuerza, con tenaz porfía,
me convoca en tu entraña. A su llamada
marcha hacia ti mi sangre enamorada,
increíble, ancestral, cálida, umbría.

Ciego de amor, en proceloso anhelo
voy desde el corazón a tu figura,
delirante de instinto y de desvelo.

Llena mi soledad, mi noche oscura
y el cósmico silencio de este cielo
que amenaza mortal desde la altura.