SOLA
Estaba sola.
Nadie amanecía en su mirada.
Nadie acompañaba sus pasos, lentos,
errantes, por caminos oscuros,
ocultos en las sombras
de tantos fríos y grises atardeceres.
Nadie venía a arropar sus sueños,
cuando precisaba de refugio.
Nadie, a saciar su hambre
de unas manos generosas en caricias.
Y en soledad, preñada
de dones que compartir, de semillas
que sembrar en otros corazones,
a su llamada nadie acudía, y ella
se bebía su tristeza, y a su soledad
el llanto de sus ojos ofrecía. ®
0 comentarios