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Un soplo de brisa fresca

ANTONIA ÁLVAREZ (cinde_)

ANTONIA ÁLVAREZ (cinde_) ALGÚN DÍA

Algún día...dijiste, tus palabras volaron,
y en un silencio denso tu voz llegó a la mía,
y de repente todo giró en torno a tu mundo,
y mi mundo se hizo con tus ideas mismas,
y una esperanza tenue arañada de espera,
-tejida con los hilos de la melancolía-,
hizo nido en el alma para habitar mi olvido,
para adornarme toda de besos y caricias,
henchida de emociones, vaciada de penumbra,
liberada de penas, madurada de risas,
estallada de luces, acrisolada en versos,
recorrida de pasmo, purificada y nidia...
Algún día...¡qué lejos!, qué lejos y qué cerca
del corazón de ambos, esas palabras tibias,
tan cerca que supimos cómo eran de imposibles,
tan lejos que quisimos detenerlas y unirlas,
atarlas con mil lazos, deteniendo su tiempo,
darles sentido pleno colmándolas de vida.
Tan cerca que sentimos todo lo que separa
lo real cotidiano de la ilusión ahíta
de tenernos del todo, de tomarnos las manos,
de recorrer la senda de cosas prohibidas...
Tan lejos que lloramos por todas las ausencias
de todos los amores que murieron de asfixia,
ahogados en silencios como olas sin retorno,
en la playa varados, sin luz ni despedidas...
Tan cerca, ¡ay!, y tan lejos, lo escucho todavía:
¡qué imposible, amor mío!, algún día..., algún día...

A SANGRE VIVA

A sangre viva arráncame la muerte,
que no quiero volar en el vacío,
ni soñar calidez temiendo frío
entre el hielo afilado de lo inerte.

A fuerza viva arráncame tan fuerte
la pena que solloza sal y hastío,
que no quepa ni un haz de escalofrío
en la lenta agonía de esta suerte.

Rompe la soledad hacia la sombra
que quebranta mi paz y me hace esquiva,
y me acora, me muerde y me atenaza.

Quiero sentir la fe que desescombra:
dame la certitud de que estoy viva
entre esta inútil muerte que me abraza.

ABRAZO

Dormitaré en la noche profunda de tu beso,
tras haber traspasado los últimos confines,
agotadas las horas, quebrados del exceso,
ahítos del aroma de todos los jardines...

Cayó así entre mis brazos tu piel, tu paz, tu peso,
y cogimos estrellas creando balancines:
en el fuego quemamos hasta el último hueso
como una llamarada de voz y de violines.

Te estrellaste en mi carne con ansia süicida,
para habitar sin miedo el cálido regazo,
llenándome la boca de versos sin medida.

Nos hicimos eternos amantes de un abrazo,
mordiéndonos la muerte en íntimo arañazo,
para anegar, amando, los cauces de la vida.

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