CUENTO DE INVIERNO
Nada es tan resonante
como el grito de unos ojos
que interpretan el latir de un alma.
Contienen la memoria del silencio;
el gozo de los recuerdos;
la ternura de las certezas.
Desprenden júbilo,
esperanza, impaciencia.
.
Dejan que el alma asome,
entre bastidores,
a escuchar el tañer de las campanas,
-ronco y tenaz pellizco a los sentidos-,
sangrando en los oídos un te quiero,
y clavando en la garganta este latido,
que arde como fuego, y que desplaza,
hasta los labios, un sonido
sordo, que va devorando nuestras bocas.
.
Noviembre se ha vestido
de dulzura y de ramas secas,
y de lluvia asombrada,
y de cauces de río
que desbordan requiebros,
y entretejen tus sueños con los míos;
tus miedos con mis miedos,
tu sangre alborotada,
y mi silencio cautivo.
.
Escribamos un final para este cuento
de invierno, clandestino,
con vocación de eterno,
que se ofrece a mediar
entre nuestros destinos.
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