No se mide el dolor cuando atribula
su carga desmedida, siempre amarga,
que pesando en la vida se acumula,
contra toda alegría confabula
y nunca de su peso nos descarga.
.
Las armas infinitas del dolor
se emboscan, ni siquiera se sospechan,
detrás de la mirada del amor,
del odio, de la envidia, del rencor
y al alma y a la carne, siempre acechan.
.
El dolor nos desmembra, nos amarra,
nos ancla a la tristeza, nos estruja,
con su zarpa traidora nos desgarra,
sin ninguna piedad. Maldita garra
que a maldecir, heridos, nos empuja.
.
Cuando el dolor me enseña su cuchillo
y, por fin, en la espalda me lo clava,
decido renegar, no me arrodillo,
de nada me arrepiento, no me humillo
y prefiero morir, a ser su esclava.
.
Cuando el dolor me punza y me mutila
cada vez que me puede doler tanto
que en lágrimas de sangre me destila,
si su lengua de fuego me aniquila,
mis cenizas ignoro y me levanto.
.
Cuando el dolor me hiere, me socava,
me invade, me fusila, me derrumba,
mi propia tumba con mis manos cava,
me hace resucitar, mucho más brava
y soy yo quien lo entierra en esa tumba.
.
Cuando el dolor me empuja al precipicio
y estoy al borde mismo de la muerte,
casi siempre recobro mi buen juicio,
pues me arranco los clavos del suplicio,
ya que, si no me mata, me hace fuerte.
Disfrazan al dolor muchos barnices
y la vida se agota, gota a gota,
podremos ser dichosos o infelices,
mas, yo suelo besar mis cicatrices,
porque el dolor, aún, no me derrota..
Myroslava Sternova
1 comentario
Marisú -
Gracias, Brissa, por hacernos partícipes de este precioso poema.