Blogia
Un soplo de brisa fresca

Poesía de América Latina

Poemas de Julia Prilutzky Farny

Poemas de Julia Prilutzky Farny

(Gracias a todas y todos los que compartís este blog y le dais vida)

 

Como decir de pronto:

 Tómame entre las manos,

 no me dejes caer. Te necesito:

 acepta este milagro.

 Tenemos que aprender a no asombrarnos

 de habernos encontrado,

 de que la vida pueda estar de pronto

 en el silencio o la mirada.

 Tenemos que aprender a ser felices,

 a no extrañarnos

 de tener algo nuestro.

 Tenemos que aprender a no temernos

 y a no asustarnos,

 y a estar seguros.

 Y a no causarnos daño.

 Julia Prilutzky Farny

 

*** 

Voy hacia ti como una rosa viva

deshojada en distancias y en esperas.

No lo sabes aún. Y no aceleras

el encuentro en la hora decisiva.

Voy hacia ti con precisión altiva.

Y antes que yo - oscuras mensajeras

del porvenir - las grises hilanderas

van tejiendo la trama fugitiva.

Estás en mí. Y no eres el culpable:

Algo de tu presencia indescifrable

me dilata en las venas el latido.

Y se estira en mi piel con grave alarde.

Mis pájaros se alargan en la tarde

y todo es tan perfecto, que ya ha sido.

 

Julia Prilutzky Farny

ES OLVIDO (Nicanor Parra)

ES OLVIDO  (Nicanor Parra)

Juro que no recuerdo ni su nombre, 
mas moriré llamándola María, 
no por simple capricho de poeta: 
por su aspecto de plaza de provincia. 
¡Tiempos aquellos!, yo un espantapájaros, 
ella una joven pálida y sombría. 
Al volver una tarde del Liceo 
supe de la su muerte inmerecida, 
nueva que me causó tal desengaño 
que derramé una lágrima al oírla. 
Una lágrima, sí, ¡quién lo creyera!, 
y eso que soy persona de energía. 
Si he de conceder crédito a lo dicho 
por la gente que trajo la noticia 
debo creer, sin vacilar un punto, 
que murió con mi nombre en las pupilas, 
hecho que me sorprende, porque nunca 
fue para mí otra cosa que una amiga. 
Nunca tuve con ella más que simples 
relaciones de estricta cortesía, 
nada más que palabras y palabras 
y una que otra mención de golondrinas. 
La conocí en mi pueblo (de mi pueblo 
sólo queda un puñado de cenizas), 
pero jamás vi en ella otro destino 
que el de una joven triste y pensativa. 
Tanto fue así que hasta llegué a tratarla 
con el celeste nombre de María, 
circunstancia que prueba claramente 
la exactitud central de mi doctrina. 
Puede ser que una vez la haya besado,
¡quién es el que no besa a sus amigas!, 
pero tened presente que lo hice 
sin darme cuenta bien de lo que hacía. 
No negaré, eso sí, que me gustaba 
su inmaterial y vaga compañía 
que era como el espíritu sereno 
que a las flores domésticas anima. 
Yo no puedo ocultar de ningún modo 
la importancia que tuvo su sonrisa 
ni desvirtuar el favorable influjo 
que hasta en las mismas piedras ejercía. 
Agreguemos, aún, que de la noche 
fueron sus ojos fuente fidedigna. 
Mas, a pesar de todo, es necesario 
que comprendan que yo no la quería 
sino con ese vago sentimiento 
con que a un pariente enfermo se designa. 
Sin embargo sucede, sin embargo, 
lo que a esta fecha aún me maravilla, 
ese inaudito y singular ejemplo 
de morir con mi nombre en las pupilas, 
ella, múltiple rosa inmaculada, 
ella que era una lámpara legítima. 
Tiene razón, mucha razón, la gente 
que se pasa quejando noche y día 
de que el mundo traidor en que vivimos 
vale menos que rueda detenida: 
mucho más honorable es una tumba, 
vale más una hoja enmohecida, 
nada es verdad, aquí nada perdura, 
ni el color del cristal con que se mira.

Hoy es un día azul de primavera, 
creo que moriré de poesía, 
de esa famosa joven melancólica 
no recuerdo ni el nombre que tenía. 
Sólo sé que pasó por este mundo
como una paloma fugitiva:
la olvidé sin quererlo, lentamente,
como todas las cosas de la vida.

Nicanor Parra

Poesía de Meira Delmar

Poesía de Meira Delmar

 

Soledad 
(Del libro Alba de olvido) 

Nada igual a esta dicha 
de sentirme tan sola 
en mitad de la tarde 
y en mitad del trigal; 
bajo el cielo de estío, 
y en los brazos del viento, 
soy una espiga más. 

Nada tengo en el alma. 
Ni una pena pequeña, 
ni un recuerdo lejano 
que me hiciera soñar... 
Sólo tengo esta dicha 
de estar sola en la tarde 
¡con la tarde no más! 

Un silencio muy largo 
va cayendo en el trigo, 
porque ya el sol se aleja 
y ya el viento se va; 
¡quién me diera por siempre 
esta dicha indecible 
de ser, sola y serena, 
un milagro de paz! 

Soneto en vano 
(Del libro Reencuentro) 

¿A dónde iré que no me alcance el vuelo 
de tu mirada que en azor se muda, 
y la noche de sueños me desnuda 
con el brillo quemante del desvelo? 

¿En qué sitio del aire, el mar, el cielo, 
encontrará mi corazón ayuda, 
la clara mano que mi mal acuda 
y en dulcedumbre me convierta el duelo? 

La frente pensativa me rodeas 
de lejanas memorias. Me recreas 
los rostros del amor enceguecido. 

Y es inútil que huya de tu acecho 
si te oigo vivir dentro del pecho 
con la vida sin muerte del olvido. 

ELEGÍA PARA MÍ Y PARA TÍ (José Ángel Buesa)

ELEGÍA PARA MÍ Y PARA TÍ  (José Ángel Buesa)

Fotografía: Arturo Abal 

 

Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y tú te irás borrando lentamente de mi sueño.
Un año y otro año caerán como hojas secas
de las ramas del árbol milenario del tiempo,
y tu sonrisa, llena de claridad de aurora,
se alejará en la sombra creciente del recuerdo.

Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y quizá, poco a poco, dejaré de hacer versos,
bajo el vulgar agobio de la rutina diaria,
de las desilusiones y los aburrimientos.
Tú, que nunca soñaste mas que cosas posibles,
dejarás, poco a poco, de mirarte al espejo.

Acaso nos veremos un día, casualmente,
al cruzar una calle, y nos saludaremos.
Yo pensaré quizá: "Qué linda es todavía."
Tú quizá pensarás: "Se está poniendo viejo"
Tú irás sola, o con otro. Yo iré solo o con otra.
o tú irás con un hijo que debiera ser nuestro.

Y seguirá muriendo la vida, año tras año,
igual que un río oscuro que corre hacia el silencio.
Un amigo, algún día, me dirá que te ha visto,
o una canción de entonces me traerá tu recuerdo.
Y en estas noches tristes de quietud y de estrellas,
pensaré en ti un instante, pero cada vez menos....

Y pasará la vida. Yo seguiré soñando;
pero ya no habrá un nombre de mujer en mi sueño.
Yo ya te habré olvidado definitivamente
y sobre mis rodillas retozarán mis nietos.
(Y quizá, para entonces, al cruzar una calle,
nos vimos frente a frente, ya sin reconocernos.

Y una tarde de sol me cubrirán de tierra,
las manos para siempre cruzadas sobre el pecho.
Tú, con los ojos tristes y los cabellos blancos,
te pasarás las horas bostezando y tejiendo.
Y cada primavera renacerán las rosas,
aunque ya tú estés vieja, y aunque yo me haya muerto.

SIEMPRE NOS QUEDA PARIS (Carolina María Catalano)

SIEMPRE NOS QUEDA PARIS  (Carolina María Catalano)

http://www.youtube.com/watch?v=nyvZ9YAOYmc&feature=related


En París amanezco el día de tu ausencia.
El city tour me pierde por rincones aislados,
¿por qué será que espero tus ojos afilados,
si nunca me prestaste su mágica elocuencia?

Las calles dan cien vueltas, yo sigo en la abstinencia
de la presencia incauta saltando acantilados.
Sus plazas —laberinto—, semáforos callados...
No creas que pretendo mutar tu transparencia.

Si llegas, te prometo colgar de tu mirada
un brillo renovado. Firmada la amnistía
besar solo tu frente que, fresca, me daría

delirios de amapola bajo la tour Eiffel.
Qué lenta es esta espera...escucha los relojes
llegando a su destino: la torre de Babel...

FELICES FIESTAS DE CARNAVAL...

FELICES FIESTAS DE CARNAVAL...

Hoy empieza un fin de semana distinto, el de los carnavales. Para los que por aquí paseis, mi deseo de que disfruteis de estas fiestas tan especiales, si así es vuestro deseo, y para los que no sois fans de Don Carnal, os dejo alimento para el espíritu...un hermoso poema de Julia de Burgos.

 

YO FUI LA MAS CALLADA

Yo fui la más callada
de todas las que hicieron el viaje hasta tu puerto.

No me anunciaron lúbricas ceremonias sociales,
ni las sordas campanas de ancestrales reflejos;
mi ruta era la música salvaje de los pájaros
que soltaba a los aires mi bondad en revuelo.

No me cargaron buques pesados de opulencia,
ni alfombras orientales apoyaron mi cuerpo;
encima de los buques mi rostro aparecía
silbando en la redonda sencillez de los vientos.

No pesé la armonía de ambiciones triviales
que prometía tu mano colmada de destellos:
sólo pesé en el suelo de mi espíritu ágil
el trágico abandono que ocultaba tu gesto.

Tu dualidad perenne la marcó mi sed ávida.
Te parecías al mar, resonante y discreto.
Sobre ti fui pasando mis horarios perdidos.
Sobre mi tú seguiste como el sol en los pétalos.

Y caminé en la brisa de tu dolor caído
con la tristeza ingenua de saberme en lo cierto:
tu vida era un profundo batir de inquietas fuentes
en inmenso río blanco corriendo hacia el desierto.

JULIA DE BURGOS

VIOLETA LUNA

VIOLETA LUNA


Violeta Luna nació en Ecuador en 1943. Poeta, narradora, crítica literaria y catedrática. Entre otros reconocimientos ha obtenido: Premio «A los mejores cuentos», 1969; Premio Nacional de Poesía «Ismael Pérez Pazmiño», Diario El Universo, Guayaquil, 1970; Premio Nacional «Jorge Carrera Andrade», Municipio del Distrito Metropolitano de Quito, 1994. Libros publicados: Poesía: Poesía universitaria (Quito, 1964); El ventanal del agua (Quito, 1965); Y con el sol me cubro (Quito, 1967); Posiblemente el aire (Quito, 1970); Ayer me llamaba primavera (Quito, 1973); La sortija de la lluvia (Guayaquil, 1980); Corazón acróbata (Quito, 1983); Memorias de humo (Quito, 1987); Las puertas de la hierba (Quito, 1994); Solo una vez la vida (Quito, 2000). Cuento: Los pasos amarillos (Quito, 1970). Ensayo: La lírica ecuatoriana (Guayaquil, 1973). Consta en las antologías: Lírica ecuatoriana contemporánea (Bogotá, 1979); Diez escritoras ecuatorianas y sus cuentos (Guayaquil, 1982); Poesía viva del Ecuador (Quito, 1990); Antología de narradoras ecuatorianas (Quito, 1997); Poesía erótica de mujeres: Antología del Ecuador (Quito, 2001).


MI CORAZON DETRAS DE TI

Está mi corazón desde hace tiempo
rayado por tu espuela placentera.
Y va mi corazón calladamente
debajo de tu espuela desangrándose.
¡Y quién iba a creerlo!
que yo tuviera adentro un suave fruto
que sangra por el peso de una espuela.
Y dice el diccionario que una espuela
es una espiga larga y acerada
que sirve para hincar a los caballos.
Ahora sí comprendo
por qué mi corazón se ha desbocado.

CADA UNO

Cada uno construye su casa como quiere.
La pone sobre el aire,
la siembra en la cintura de la luna
o encima de las olas.

Cada uno
la pinta de manera diferente,
la baña con el cielo
y el oro verdidulce de la tarde.
La llena de jilgueros,
de música y hortensias.
Encima del verano la edifica.
Le pone una ventana al horizonte,
una terraza al mar
y un pájaro de bronce en el tejado.

Cada uno
la salva de la furia del invierno,
le pone verjas altas,
faroles importados de Neptuno,
estufas de Chicago
y espejos fabricados en Arabia.

Cada uno la mide y la corrige.
En forma vertical la va agrandando.
Le pone un tiembre eléctrico
y un número de plata.

La cuida del mendigo que la ensucia,
del niño que le roba una gardenia,
del pobre que la mira.

Cada uno acomoda su casa a su manera,
presume y aparenta,
construye su existencia tontamente
con trapos, pergaminos y billetes,
con vigas antisísmicas
coñac y pararrayos.

Qué lástima pero ninguno
construye a su medida su refugio
con sólo la verdad de cada día
y el sol bien compartido.
Qué lástima que nadie se haga casas
a prueba de mentiras, olvido y desamor.

Yo quiero hacer mi casa a mi manera
sin puertas ni cortinas.
La quiero dulce y tibia
en medio del camino de tus brazos.


Si supieras,
si sólo una milésima,
si sólo un pedacito,
un lado de mí misma conocieras
sabrías que estoy hecha de ciruelas,
de almendras y duraznos.
Sabrías que por dentro soy de azúcar,
que sólo un dedo tuyo
y un término rosado es suficiente
para que pierda mi alma el equilibrio.
Una mirada sola,
clarísima y brillante,
un simple yo te quiero
podrían encender mi vieja lámpara
y hacer que tras la tarde
se moje de pasión alguna orquídea.
Si supieras
que sólo soy de vientos primitivos,
de aquellos que hacen fuego
y avivan las fogatas campesinas.
Si sólo una milésima,
un lado de mí misma conocieras
sabrías que estoy hecha de aceitunas,
de abejas y geranios,
sabrías que la noche es mi cuaderno
con un redondo verso que es la luna.
Sabrías que por dentro tengo cítaras,
que sólo una caricia
podría convertirme en oleaje,
en lluvia de amapolas y campanas.
Si supieras
que estoy de ti tan llena
que sólo bastaría que te acerques
para nacer de nuevo.
No sabes que soy frágil,
que sólo soy de piel ansiosa y húmeda
que sólo soy mujer,
así sencillamente,
sin rótulos ni farsas, tan sólo soy así:
aquella que te espera contra todo.

Sara Martínez de Castro

Sara Martínez de Castro


El amor

(A Héctor y Patrizia)

El amor si es verdadero
es un angel atrevido
que adivina en un latido
la gracia del alfarero.
Es la lluvia en el alero
que acaricia al inmolarse,
es la raíz que al clavarse
en la tierra se libera,
o es una nube cualquiera
que es más nube al regalarse.

De la magia va vestido
y es cómplice del asombro.
Lleva su ternura al hombro
con un gesto agradecido.
Inoportuno y bandido
por cumplir con su misión
se esconde en una canción,
un poema, una mirada,
o en la esquina iluminada
que llamamos corazón.


Si no tuvieras nombre
(A Diana Beatriz en su onceno cumpleaños)

Si no tuvieras nombre, inventaría
uno que te sirviera como espejo:
serpentina, consuelo, paz, ternura,
paloma, flor, rocío, caramelo;
sonrisa que descuelga de la vida,
lluvia que hace cabriolas en el tiempo,
la razón de ser niña para siempre,
una brizna de luz en tu cuaderno.

Si no tuvieras nombre, hasta la brisa
llamaría en la magia de tu acento,
y un Angel de la Guarda te daría
una nube traviesa por pañuelo.
El cielo danzaría en tu mirada
hasta quedarse en tu mirada quieto;
y para ver a Dios únicamente
bastaría buscar tu pensamiento.

Si no tuvieras nombre, te daría
el asombro cordial de este año nuevo...


Madre Teresa

Madre Teresa de la Misericordia,
amparo de los tristes,
en el quehacer sencillo de los buenos
forjaste un corazón limpio y humilde,
un corazón de escharcha iluminada
por la uz de los siglos …

Supiste repartirte en bendiciones,
con tu asombro inocente como un lirio,
bálsamo de dulzura, roca mística,
ofrenda de piedad en tierra extraña
sobre un dolor antiguo.

Madre Teresa de los Desamparados
que rezas de otro modo tan distinto,
con la mano extendida hacia el más pobre,
con la fe renovada en sacridicio,
con algo más que un simple Padre Nuestro
a la sombra de un viejo crucifijo,
porque Dios muchas veces tiene hambre,
se queda sin hogar y siente frío …

Madre Teresa, plenitud de gracia,
Madre Teresa, cántaro de alivio,
esencia de una vida que no acaba
porque de tanto darse se hace oficio.

Estás en el Amor que es hoy y siempre,
y en el Amor te creces de infinito.


A Diego

I

Guardo silencio y el silencio puede
asirse a mi dolor como una brasa.
Estás presente, amor, por eso pasa
la angustia sin tocarme. Todo cede

su lugar a esta pena donde anida
la única verdad, el gesto cierto.
Y me niego a aceptar tu despedida
porque si estás en mi, tú no estás muerto.

Bajo la noche el corazón habita
en un tiempo que quiso, de algún modo,
hacer de la inocencia su baluarte.

Acudo nuevamente a aquella cita
en que unimos la sed, el alma y todo.
Y me sobra dolor para encontrarte.


II

Y me sobra dolor para encontrate,
esposo, amante, amigo, compañero,
como la madrugada en el lucero
así vas por mi piel a cualquier parte.

Te escondo en la parábola escogida
allí donde la duda se hace asombro,
y me llega tu voz cuando te nombro
en una contraseña compartida.

Seguiré por el terco desvarío
que insiste en prodigar su buena suerte
para salvar un sueño de la nada.

Y seguirás latiendo por ser mío,
más allá de la trampa de la muerte,
más allá de la ausencia enamorada.


Como si fuera ayer

(Al poeta y compositor José R. Muñiz)

Deambula en un letargo la esperanza
y el tiempo se apresura demasiado.
El presente es un duende custodiado
por una caprichosa adivinanza.

Nada es igual y nada es como un rito
que vuelve a comenzar un día cualquiera.
Nada es igual, mas cada primavera
la rosa se convierte en infinito.

Tú pudes regresar … sueña, poeta,
con una noche lánguida y coqueta
en plenitud de luna cienfueguera.

Y volverán tus versos desterrados
a enamorarse en los acantilados
como si fuera ayer, como si fuera…


NO PUEDO (Sara de Ibáñez)

NO PUEDO  (Sara de Ibáñez)

No puedo cerrar mis puertas
ni clausurar mis ventanas:
he de salir al camino
donde el mundo gira y clama,
he de salir al camino
a ver la muerte que pasa.

He de salir a mirar
cómo crece y se derrama
sobre el planeta encogido
la desatinada raza
que quiebra su fuente y luego
llora la ausencia del agua.

He de salir a esperar
el turbión de las palabras
que sobre la tierra cruza
y en flor los cantos arrasa,
he de salir a escuchar
el fuego entre nieve y zarza.

No puedo cerrar las puertas
ni clausurar las ventanas,
el laúd en las rodillas
y de esfinges rodeada,
puliendo azules respuestas
a sus preguntas en llamas.

Mucha sangre está corriendo
de las heridas cerradas,
mucha sangre está corriendo
por el ayer y el mañana,
y un gran ruido de torrente
viene a golpear en el alba.

Salgo al camino y escucho,
salgo a ver la luz turbada;
un cruel resuello de ahogado
sobre las bocas estalla,
y contra el cielo impasible
se pierde en nubes de escarcha.

Ni en el fondo de la noche
se detiene la ola amarga,
llena de niños que suben
con la sonrisa cortada,
ni en el fondo de la noche
queda una paloma en calma.

No puedo cerrar mis puertas
ni clausurar mis ventanas.
A mi diestra mano el sueño
mueve una iracunda espada
y echa rodando a mis pies
una rosa mutilada.

Tengo los brazos caídos
convicta de sombra y nada;
un olvidado perfume
muerde mis manos extrañas,
pero no puedo cerrar
las puertas y las ventanas,
y he de salir al camino
a ver la muerte que pasa.

Poemas de la poeta cubana Herminia D. Ibaceta

Poemas de la poeta cubana Herminia D. Ibaceta


Y volví a verte…

Y volví a verte…
Doncella entre las doncellas,
desde lo alto y a solas
sobre el manto de las olas
perseguida de mis huellas.
Una estampida de estrellas
en las crestas centelleaba,
sentí que se me escapaba
del pecho el ave al volar,
ríos de sal apagar
la luz con que te miraba.

En un viaje de perfiles
te galopeé por la arena
al anca de aquella pena
hincada de espuelas miles.
Mis venas, torvos reptiles,
distorsionadas serpearon,
al tiempo que se encontraron
clavé sobre el mismo leño
la realidad y aquel sueño
que los años no borraron.

Noches huérfanas de aurora
poblaron mis horizontes,
perpetua fuga de montes
que el pincel del sol colora.
Tu suelo do angustia mora
abrió pétalo encendido,
quise arropar el latido
de tu pueblo en mi regazo,
aprisionando en mi abrazo
sólo un grito compartido.

Las brumas en el celaje,
la distancia mediadora
te marchitaron, Señora,
los signos en el paisaje.
Yo te vestí con mi traje
de palma recién parida,
en una lágrima herida
monté tu imagen y luego
me fui, consumiendo el fuego
de mi propia despedida.

Hoy sigo mi paso errante
ensueños sin ley ni brida,
en el alma la mordida,
en el costado tu cante.
No importa quien se levante
a ensombrecer mi quimera,
yo he de ver la primavera
desde el gemir de mi invierno,
distancia, ni tiempo eterno
podrán rendir mi bandera.

Del libro "En Pos del Rumbo"


Réquiem por Alfonsina

Era una tarde amarilla...
el mar, azulado espejo,
apenas copió el reflejo
del sol en postrera silla.
Te enlazaron en su quilla
silencios y soledades,
viste pasar las edades
rebelde al propio destino;
te fuiste por el camino
de inhóspitas oquedades.

El mar te abrió su regazo
versificando la espuma,
rítmicamente la bruma
te ciñó en místico abrazo.
Tu esíritu rompió el lazo
que encadenaba la vida.
Con la corola encendida
tu piel besó los torrentes
y reposaste en sus fuentes
como una ninfa dormida.

Ató la noche sus istmos...
al ritmo de la marea
entre corales te crea
senda desde los abismos.
Matinales espejismos
te envolvieron en su manto,
y entre conchas de amaranto
guardó la arena celosa,
en el perfil de una rosa,
libres, tu cuerpo y tu canto.


Llegaste diferente

Llegaste, amor, a despertarme. Ajena
caracola dormía al son del viento.
Como un susurro, amor, así te siento,
tibio beso de luz sobre la arena.

Rozas mi piel, te adueñas de la escena,
tu tañido azulea el pensamiento,
arropada en las ondas de tu acento
voy como nota inmaculada y plena.

Entre vítores tirsos y nelumbos
llegaste a mí, rotundo, diferente,
gigante colosal barriendo huellas,

ensayando horizontes a mi frente.
Llegaste, amor, cambiándole los rumbos
al campo sideral de mis estrellas.

Muerte

Llegarás a los planos de lo inerte
polvo sin luz, materia consumada.
En las alas informes de la nada
volarás las llanuras de la muerte.

Riquezas ni poder han de valerte.
Al umbral de la última morada
desnudo llegarás, arca sellada
los dones que una vez te dio la suerte.

Coro de bronce cantará tu duelo,
lecho y almohada te dará la tierra.
Las tinieblas espacio para el vuelo.

Y un último tributo pondrá el hombre
sobre la piedra que tu cuerpo encierra.
En indelebles trazos, fecha y nombre.

Despierta libertad

Promesa de libertad,
deuda que jamás se salda,
colgadas llevo a la espalda
tu tardanza y mi ansiedad.
Sombra que en la oscuridad
izas velas y te alejas,
a la deriva, mis quejas
hundes en ciegas mareas
y victoriosa recreas
el dominio de las rejas.

El tiempo muerde las horas…
En su ajeno decursar
se pierden en el andar
las noches y las auroras.
Sol que generoso doras
de otras playas las arenas,
en los ríos de mis venas
se quebraron tus reflejos
y en azulados espejos
marchitan mis azucenas.

Tengo las arcas vacías
de tu pan y de tu vino
y vacío está el camino
de estrellas y de utopías.
¿Por qué osada desafías
mi suerte de hambre y de sed?
¿Por qué en intrincada red
de olvidos me has enterrado
y como el Cristo clavado
me desangro en la pared?

Despiértate, libertad,
salta del sueño, navega,
ante mis costas despliega
el rostro de la equidad.
Te espero en la soledad
vistiendo de sol y brisa
sobre esta roca mambisa
tallada a golpes de fuego.
¡Concédeme al fin el riego
vertical de tu sonrisa!

Del libro "En Pos del Rumbo"

Alfonsina


Rebelde y marinera golondrina,
voz que vibra del orbe en los senderos,
reclamaste del mar los pebeteros
en tu hora callada y vespertina.

Sus hondas el azul arremolina
cargada de presagios agoreros
y un alud de corales y luceros
tu paso por las aguas ilumina.

Rígido el cuerpo, la mirada en vía,
libre tornaste al despertar la aurora
y te lloró, poeta, el universo.

Quisiera preguntarte, soñadora,
qué pétalo de sal guardó aquel día
el eterno secreto de tu verso.

Luis García Urbina:

Luis García Urbina:

METAMORFOSIS

Era un cautivo beso enamorado
de una mano de nieve que tenía
la apariencia de un lirio desmayado
y el palpitar de un ave en agonía.
Y sucedió que un día,
aquella mano suave
de palidez de cirio,
de languidez de lirio,
de palpitar de ave,
se acercó tanto a la prisión del beso,
que ya no pudo más el pobre preso
y se escapó; mas, con voluble giro,
huyó la mano hasta el confín lejano,
y el beso, que volaba tras la mano,
rompiendo el aire, se volvió suspiro.


HECHICERA

No sentí cuando entraste; estaba oscuro,
en la penumbra de un ocaso lento,
el parque antiguo de mi pensamiento
que ciñe la tristeza, cual un muro.

Te vi llegar a mí como un conjuro,
como el prodigio de un encantamiento,
como la dulce aparición de un cuento:
blanca de nieve y blonda de oro puro.

Un hálito de abril sopló en mi otoño;
en cada fronda reventó un retoño;
en cada viejo nido, hubo canciones;

y, entre las sombras de jardín –errantes
luciérnagas– brillaron, como antes
de mi postrer dolor, las ilusiones.

¿Qué si me duele? un poco, te confieso
que me heriste a traición, mas por fortuna
tras el rapto de ira vino una
dulce resignación... pasó el acceso.

¿Sufrir? ¿Llorar? ¿Morir? ¿Quién piensa en eso?
El amor es un huésped que importuna,
mírame cómo estoy, ya sin ninguna
tristeza que decirte, dame un beso.

Así, muy bien, perdóname fui un loco,
tú me curaste -gracias-, y ya puedo
saber lo que imagino y lo que toco.

En la herida que hiciste, pon el dedo,
¿Qué si me duele? Sí, me duele un poco,
mas no mata el dolor... no tengas miedo...

REDENCION

Te quiero porque en tu alma vive el germen
de ternura infinita,
como diáfana gota de rocío
sobre una flor marchita;

te quiero porque he visto doblegarse
tu espléndida cabeza;
porque sé bien que en medio de la orgía
te invade la tristeza;

porque has pasado por la senda estrecha
en los grandes zarzales de la vida,
sin desgarrar tus blancas vestiduras,
sin hacerte una herida;

porque has ido pidiendo por el mundo,
con el candor de un niño,
a cada corazón a que has tocado,
un poco de cariño;

porque indica profundo sufrimiento
tu pálida mejilla;
porque en tus ojos que placer irradian
también el llanto brilla.

Te quiero; nada importa que cansado
tu espíritu se aduerma;
yo lo habré de animar, yo daré aliento
a tu esperanza enferma.

¡Mariposa que fuiste entre las flores
dejando tus bellezas y tus galas,
yo volveré a poner el polvo de oro
sobre tus leves alas

LA AGONIA BLANCA

Blanca como esta noche no he visto cosa alguna:
ni el mármol, ni la nieve, ni el armiño. Semeja
el cielo, un gran abismo de plata, que refleja
su luz, en otro abismo de cristal: la laguna.

Sólo, de tarde, en tarde, pasa, pequeña y bruna,
la góndola, que efímero surco ondulante deja;
y cuando, hacia las brumas rutilantes, se aleja,
todo es latir de astros; todo, fulgor de luna.

¿Donde están los colores? En uno se han fundido.
El negro huyó a esconderse. El azul se ha dormido.
El blanco, puro y virgen, sus imperios rescata.

Y en silencio vasto, sideral y profundo,
parece que esta noche se va a morir el mundo
con una inmensa muerte de cristal y de plata.


NUESTRAS VIDAS SON LOS RIOS

Yo tenía una sola ilusión: era un manso
pensamiento: el río que ve próximo el mar
y quisiera un instante convertirse en remanso
y dormir a la sombra de algún viejo palmar.

Y decía mi alma: turbia voy y me canso
de correr las llanuras y los diques saltar;
ya pasó la tormenta; necesito descanso,
ser azul como antes y, en voz baja cantar.

Y tenía una sola ilusión, tan serena
que curaba mis males y alegraba mi pena
con el claro reflejo de una lumbre de hogar.

Y la vida me dijo: ¡Alma ve turbia y sola,
sin un lirio en la margen ni una estrella en la ola,
a correr las llanuras y perderte en el mar!


MAÑANA DE SOL

Palpitan como alas de pájaros en fuga
las velas que sacude la brisa matinal,
y el aire, a flor de onda, menudamente arruga
la seda azul, tramada de estambres de cristal.

De la dorada costa la palidez subyuga,
y tiene el viento puro delicadeza tal,
que al refrescarme el rosotro parece que me enjuga
las lágrimas pueriles el beso maternal.

Una bandada de aves por los espacios sube;
decora la brillante blancura de la nube
y la marcha del inviolado zafir de la extensión.

Y en la solemne calma de estas horas divinas,
esparcen a lo lejos dos voces femeninas,
quién sabe qué ternura que moja el corazón...

ASI FUE

Lo sentí; no fue una
separación, sino un desgarramiento;
quedó atónita el alma, y sin ninguna
luz, se durmió en la sombra el pensamiento.

Así fue; como un gran golpe de viento
en la serenidad del aire. Ufano,
en la noche tremenda,
llevaba yo en la mano
una antorcha con que alumbraba la senda,
y que de pronto se apagó: la oscura
acechanza del mal y el destino
extinguió así la llama y mi locura.

Ví un árbol a la orilla del camino,
y me senté a llorar mi desventura.
Así fue, caminante
que me contemplas con mirada absorta
y curioso semblante.

Yo estoy cansado, sigue tú adelante;
mi pena es muy vulgar y no te importa.
Amé, sufrí, gocé, sentí el divino
soplo de la ilusión y la locura;
tuve la antorcha, la apagó el destino,
y me senté a llorar mi desventura
a la sombra de un árbol del camino.

NOTAS BIOGRÁFICAS:

Luis Gonzaga Urbina nació en la ciudad de México, el 8 de febrero de 1868. Muy joven, acaso sin haber terminado más que sus estudios en la Escuela Primaria Superior, entró al periodismo. Fue cronista y crítico teatral en diversos diarios y revistas, entre otros EL Mundo Ilustrado y El Imparcial. Perteneció al grupo de la Revista Azul, fundada por Manuel Gutiérrez Nájera. Secretario particular de don Justo Sierra durante la gestión de éste como Ministro de Instrucción Pública. Profesor de Literatura Española en la Escuela Nacional Preparatoria. Director de la Biblioteca Nacional (1913). En 1915 se expatrió a La Habana (Cuba), en donde vivió de escribir en los periódicos y de clases particulares. En 1916 fue a España como redactor corresponsal de EL Heraldo de Cuba. Del 26 de abril al 2 de agosto de 1917 estuvo en Buenos Aires (Argentina) en misión oficial; en la
Universidad de dicha ciudad dictó una serie de conferencias sobre literatura mexicana. Primer Secretario de Legación, adscrito a la de Madrid (desde 5 de julio de 1918 al 10 de junio de ]920). A principios de 1921 hizo un viaje por Italia. Pasó después a México, en donde fue Secretario del Museo Nacional de Arqueología, Etnografía e Historia. Regresó a España, en donde fue, primero, Secretario y, desde el 1º de enero de 1926, Encargado de la Comisión “Del Paso y Troncoso”. En un tiempo habitó en Madrid la casa número 18 de la calle de Martín Freg, Venta del Espíritu Santo. Murió en Madrid, el 18 de noviembre de 1934. El 11 de diciembre del mismo año llegó su cadáver a Veracruz. Está enterrado en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

(información obtenida en www.los-poetas.com)

La poesía de MAYBELL LEBRON

La poesía de MAYBELL LEBRON

ÉXTASIS

Mira estamos vivos.
Siento la savia oscura galopar en mis cauces.
La luz borra quimeras
-huéspedes de párpado ceñido-
y dibuja sin prisa tu contorno olvidado.
El nácar de la arena tramonta el aire y se deshace.
En la playa las huellas son testigo.
Mi aliento y tu cuerpo palpitante repican:
Ya ves
estamos vivos.

ENCUENTRO

La impavidez mentida de la máscara
esconde una violenta llamarada
y aviva un estertor de triste risa
en la cuenca severa, fiel, precisa.
Bajo alado antifaz la azul mirada
recoge su dolor. Arrebatada
visión de noches sin destino cierto
en búsqueda febril de ansiado puerto;
de amarras que reaten su alegría
y borren la forzada simetría.
Máscara y antifaz ruedan silentes
y el calor de la piel los labios sienten.


CERTEZA

Tirita el bulto leve.
No más
el blando levitar en savia ajena.
Una niebla exigente
achica la pupila azul
y ciega.
Extraña suerte.
En el silencio blanco
su virgen dolor grita
al par que un latido recatado
monótono comienza
su andadura hacia la muerte.
A veces
ese suave golpeteo
me alerta que estoy viva
y me pongo a pensar
en el silencio
(ausente de parajes conocidos)
al que habré de llegar
desarropada
sin túnica ni carnes
ni razón de desvelo.
Certeza inexorable
de lánguida grisura de fogata
buscadora de cielo.
A qué contar las horas
de indomables relojes.
Jinete de quimeras
engendro de lo alto o del infierno
me asomaré a tu umbral
al compás de la mano en movimiento.
O al saber
que el amor ha prolongado
su gloriosa simiente
en cantos nuevos.
No creo en la negrura;
jamás termina el día en el abismo.
Estoy segura: en mí
será lo mismo.

PÉNDULO

Oscila la balanza imperturbable,
la aguja, sin hallar sosiego, queda;
si la vida, fugaz, se muestra amable
celajes de dolor traban su rueda.
Ayer fue ya, no hay nada más que pueda
reiniciar la aventura inacabable.
Hoy, con calma, contemplo el duro sable
que me espera al final de la vereda.
Ese nuevo mañana es todo mío,
haré que vibre y me hundiré en su abrazo
soñando eternidades no soñadas;
y de mis venas, cual feraz rocío,
húmedo, azul, estamparé mi trazo:
las palabras de amor, resucitadas.

POETA

Es un poeta.
Aislada en un bloque de cemento
la voz baja de tono
rebota en las paredes muertas
bajo la luz fingida
teñida de vergüenza.
Afuera
despiertan las estrellas
en triunfal interludio.
En la terraza cálida
un hombre
mira el cielo.

Maybel Lebron es poeta y escritora de cuentos. Aunque nació en Córdoba (Argentina), vive en Paraguay (Asunción) desde 1930. Es miembro del Taller Cuento Breve, y ha publicado algunos cuentos en los libros de dicho taller y otros en periódicos y suplementos literarios. En 1989 obtuvo el primer premio en el concurso "Veuve Chiquot Ponsardin" por "Orden superior", uno de los relatos incluidos en Memoria sin tiempo (1992), su primer libro de cuentos. En 1993 otro de sus cuentos ("Gato de ojos de azufre") fue galardonado con el Premio Néstor Romero Valdovinos en el concurso de cuentos del Diario "HOY" de ese año. También es autora del poemario Puente a la luz (1994).
(Datos obtenidos de http://www.los-poetas.com)

CÉSAR CALVO SORIANO:\

CÉSAR CALVO SORIANO:\

César Calvo Soriano nació en Iquitos el 26 de julio de 1940. Hijo del pintor loretano César Calvo de Araujo y de doña Graciela Soriano Narvaez de Calvo, estudió la primaria en la ciudad de Lima en el Colegio Pedro Tomás Drinot y la secundaria en el Colegio Nacional Hipólito Unanue. Siguió estudios de Letras, Psicología y Derecho en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Vivió su infancia en un pequeño departamento ubicado en el tercer piso de la Calle Coca (Jirón Carabaya) de Lima, la casagranja de Puente Piedra y la chacra de Chillón, propiedades de su abuelo Víctor Soriano. Su juventud transcurrió entre la Calle Gremios (Jirón Callao), la casa en la Bajada de Baños de Barranco y su departamento en Las Begonias de Chaclacayo.

Viajero empedernido y aventurero recorrió muchas ciudades del Perú y del mundo, viviendo durante años en el Cusco, Iquitos, Londres, París, Madrid, Roma y Barcelona.

De espíritu fraternal y desprendido, muchos gozaron de su amistad inconfundible y aquella risa estruendosa y contagiante que aún recuerdan todos aquellos que llegaron a disfrutar de su compañía sin distingo de edad, clase, raza, posición social y cultural, incluyendo por supuesto a grandes personalidades de la poesía, literatura, ciencia, artes y política nacional e internacional. Fue gran amigo de los pobres, irremediable amante de las mujeres y dulce protector de niños y animales.

Su identificación y gran amor por la Amazonía y la ecología, lo llevó a dirigir la filial del Instituto Nacional de Cultura en Iquitos en 1975 durante el cual también fue Director de la Fundación Pro Selva en la misma ciudad, dedicada a la protección y difusión de la cultura amazónica.

Periodista fundador del diario “Expreso” en Lima, siguió como corrector, diagramador y redactor en el Diario “El Comercio” hasta el año 1963, luego toma la Sub-Dirección del diario “El Correo”. Editó Latin American Touring (1964-1965) con una edición paralela en español. Jefe de redacción en “La República”, columnista de “El Popular” hasta el año 1986, colaboró continuamente con las revistas “Gente”, “Caretas” y “Si”, siendo columnista hasta el final de sus días, en el Diario “Perú Shimpo”.

Su talento lo llevó a ser guionista para los programas "Esta es su Vida" y "Noche de Gala" en Panamericana Televisión. Locutor en off en el cortometraje de la “Vida de Martin Adán” del cineasta peruano Alberto “Chicho” Durand; fue además, declamador exclusivo de César Vallejo a pedido de su viuda Georgette Vallejo.

Calvo incursiona en la música con Cancionario (1967), colección de poemas escritos en forma de canciones. Varios de ellos fueron tomados posteriormente por renombrados cantautores y músicos como Chabuca Granda, Jorge Madueño, Raúl Vásquez, Juan Castro Nalli, Lucho Gonzáles, Víctor Merino, entre otros. Es el inicio de una prolífica producción en variados géneros como baladas, trova, landós, marineras, huaynos, yaravíes, panalivios, festejos, danzones, así como canciones infantiles. Muchos de estos temas son interpretados por reconocidos cantantes internacionales como Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Alfredo Zitarrosa, Mercedes Sosa, Rafael, Eva Ayllón, Susana Baca, Cecilia Barraza, Elsa María Elejalde, Miki Gonzales y otros.

Director Artístico del Conjunto Folklórico Perú Negro; Calvo aportó en la coreografía, vestuario y luces desde su cargo como Coordinador General en varios espectáculos, que llevó a este grupo al despegue de su carrera internacional.

Miembro de la llamada Generación del 60. Con tan sólo veinte años su primer poemario Carta para el Tiempo recibió Mención Honrosa en el primer Concurso Hispanoamericano de Literatura en 1960, cuyos textos aún no han sido editados. El mismo año compartió con Javier Heraud el primer premio del Concurso “El Poeta Joven del Perú” con el poemario Poemas Bajo Tierra, publicándolo al año siguiente. En 1963 presenta su segundo libro, Ausencias y Retardos. En 1966, gana una Mención Honrosa en el “Premio Hispanoamericano de Literatura” por su obra El Cetro de los Jóvenes. Al año siguiente publica, junto con Javier Heraud, Ensayo a Dos Voces. Recién ese mismo año, sale a luz El Cetro de los Jovenes dentro de la Colección Premio Casa de las Américas.

Otros poemarios suyos como El Último Poema de Volcek Kalsarets (1965), Cancionario (1967) y Poco antes de partir (1971) fueron incluidos en su quinto libro Pedestal para Nadie, obra que obtiene en 1970 el Premio Nacional de Fomento a la Cultura, en 1974 el Primer Premio del Concurso Hispanoamericano de Literatura y en 1975 alcanza el mayor galardón con el Premio Nacional de Poesía.

En 1981 publica su magistral novela Las Tres Mitades de Ino Moxo y otros Brujos de la Amazonía, traducida al italiano al año siguiente. Su talento poético vuelve en 1985 con su octavo libro Como Tatuajes en la Piel de un Río. Luego ese mismo año se publican los dos primeros libros de su trilogía Los Lobos Grises Aúllan en Inglés, que revela los entretelones del atentado contra Juan Pablo II, continuando con el tercer volumen La Verdad y Solamente la Verdad. Campana de Palo se publica en 1986, la cual recopila las columnas publicadas y censuradas, que escribiera para el Diario El Popular. Luego, en 1989 aparece su poemario Puerta de Viaje en coautoría con José Pavletich y al siguiente año su último libro de la trilogía Los Lobos Aúllan Contra Bulgaria. En 1995 se edita la traducción al inglés de Las Tres Mitades de Ino Moxo en Estados Unidos de Norteamérica.

César Calvo, considerado como uno de los mejores escritores hispanoamericanos por su inconfundible aliento poético, fallece repentinamente el 18 de agosto del 2000, casi al término de su último ensayo poético Edipo entre los Inkas, que fuera publicado póstumamente en tres tomos por el Congreso de la República del Perú en el 2001.

Información recogida en http://www.cesarcalvo.com


SU OBRA:

VENID A VER EL CUARTO DEL POETA

Venid a ver el cuarto del poeta.

Desde la calle
hasta mi corazón
hay cincuenta peldaños de pobreza.
Subidlos.
A la izquierda.

Si encontráis a mi madre en el camino,
cosiendo su ternura a mi tristeza,
preguntadle
por el amado cuarto del poeta.

Si encontráis a Evelina
contemplando morir la primavera,
preguntadle
por mi alma
y también por el cuarto del poeta.

Y si encontráis llorando a la alegría
océanos y océanos de arena,
preguntadle
por todos
y llegaréis al cuarto del poeta:
una silla, una lámpara,
un tintero de sangre, otro de ausencia,
las arañas tejiendo sordos ruidos
empolvados de lágrimas ajenas,
y un papel donde el tiempo
reclina tenazmente la cabeza.

Venid a ver el cuarto del poeta.
Salid a ver el cuarto del poeta.
Desde mi corazón
hasta los otros
hay cincuenta peldaños de paciencia.
¡Voladlos, compañeros!

(si no me halláis
entonces
preguntadme
dónde estoy encendiendo las hogueras)


Aquel bello pariente de los pájaros

Aquel bello pariente de los pájaros
que escondía su sombra de la lluvia
mientras tú dirigías
sobre ardientes cuadernos el vuelo de su mano.
El niño que subía
por el estambre rojo del verano
para contarte ríos de perfume,
cabellos rubios y país de nardos.
Tu niño preferido -¡si lo vieras!-
es el alma de un ciego que pena entre los cactus.
Es hoy el otro, el sin reír, el pálido,
rabioso jardinero de otoños enterrados.

¿Y sabiendo esto lo quisiste tanto?
¿Lo acostumbraste al mar,
al sol,
al viento, para que hoy ande respirando asfixias
en un pozo de náufragos?
¿Para esta pobre condición de niebla
defendiste su luz de enamorado?

Poesía, no quiero este camino
que me lleva a pisar sangre en el prado
cuando la luna dice que es rocío
y cuando mi alma jura que es espanto.

Poesía, no quiero este destino.
Llévate tus sandalias.
¡Devuélveme mis manos!

El final de la historia lo dirán las estrellas
y las hojas que cubren mi sueño sepultado.

(de Poemas bajo tierra)


Nocturno de Vermont

Me han contado que también allá las noches
tienen ojos azules
y lavan sus cabellos en ginebra.

¿Es cierto que allá en Vermont, cuando sueñas,
el silencio es un viento de jazz sobre la hierba?

¿Es cierto que allá en Vermont los geranios
inclinan al crepúsculo,
y en tu voz, a la hora de mi nombre,
en tu voz, las tristezas?

O tal vez, desde Vermont enjoyado de otoño,
besada tarde a tarde por un idioma pálido
sumerges en olvido la cabeza.
Porque en barcos de nieve, diariamente,
tus cartas
no me llegan.
Y como el prisionero que sostiene
con su frente lejana
las estrellas:
chamuscadas las manos, diariamente
te busco entre la niebla.

Ni el galope del mar: atrás quedaron
inmóviles sus cascos de diamante en la arena.
Pero un viento más bello
amanece en mi cuarto,
un viento más cargado de naufragios que el mar.

(Qué luna inalcanzable
desmadejan tus manos
en tanto el tiempo temporal golpeando
como una puerta de silencio suena).

Desde el viento te escribo.
Y es cual si navegaran mis palabras
en los frascos de nácar que los sobrevivientes
encargan al vaivén de las sirenas.

A lo lejos escucho
el estrujado celofán del río
bajar por la ladera
(un silencio de jazz sobre la hierba).

Y pregunto y pregunto:

¿Es cierto q ue allá en Vermont
las noches tienen ojos azules
y lavan sus cabellos en ginebra?

¿Es cierto que allá en Vermont los geranios
otoñan las tristezas?

¿Es cierto que allá en Vermont es agosto
y en este mar, ausencia…?

(de Ausencias y retardos)


El retorno

Todos los rostros se desprenden
De nuestros ojos caen como cáscaras los años
Sin embargo debemos sonreír como ese espejo
Donde un soplo borró la imagen más amada
Y desteñidos paisajes se aniegan en lo oscuro

Hasta que sentimos sobre nuestros ojos
Las primeras paladas de tierra
La última caricia inacabable
Y nos reconciliamos con nuestra procedencia

Así ha ocurrido siempre y así tendrá que ser
Y luego de la helada corriente y luego
De enterrada la luna entre sus aguas
En el siguiente día
El mismo solo muere por una sola vez
Caerá como un río sobre campos sin memoria

(de El último poema de Volcek Kalsaretz)


Edipo ciego

Con ella se ha acostado en aquel cuerpo
donde un padre retorna, sin saberlo
ha mordido su cálida cintura,
la vieja cera de un amor sin nombre
gotea entre sus piernas abrasadas.
Con inútiles paños ha cubierto
aquel espejo donde
envejece de pronto, poseída
por la capa del Rey. Tiniebla es el recuerdo
y los cuerpos jadean sin memoria
pero luego conversan en el muro
sus sombras, viejas cosas, y se sientan,
velan la breve muerte de los hijos saciados.


Fábula

El Rey escucha sólo
los pasos que se alejan, los disuelve
en su sueño,
ignora que es un sueño inacabable.
Soñando despertarse, un río de oro
cruza, corona roja, sobre el mundo.
Se despierta entonces y su muerte
desencadena el alba, la matanza.


Los utensilios propicios
Un árbol inocente, alguna cuerda.


El sabio

Permaneció en la ventana
durante largos, largos años, viendo
caer las hojas, la nieve, viendo caer
las hojas
y
la nieve.
Cuando se acordó de sus hermanos
éstos ya eran un pedazo de hierba.
Él durmió feliz: aquella noche
descubrió que los árboles
pierden sus hojas, que la nieve es blanca.


Homenaje a Freud

Tú dirás que en el vientre de mi esposa
aguardé nueve meses para nacer, y es cierto
que he nacido, pero luego
como que nos dejaste confundidos
hablándonos del mar desde tu tina
de porcelana rosa, Segismundo, mi viejo.

(de Pedestal para nadie)


Nocturno de Vermont
Ausencias y retardos (1963)

Me han contado, también que allá las noches
tienen ojos azules
y lavan sus cabellos en ginebra.

¿Es cierto que allá en Vermont, cuando sueñas,
el silencio es un viento de jazz sobre la hierba?

¿Y es cierto que allá en Vermont los geranios
inclinan al crepúsculo,
y en tu voz, a la hora de mi nombre,
en tu voz, las tristezas?

O tal vez, desde Vermont enjoyado de otoño,
besada tarde a tarde por un idioma pálido
sumerges en olvido la cabeza.
Porque en barcos de nieve, diariamente,
tus cartas
no me llegan.
Y como el prisionero que sostiene
con su frente lejana las estrellas:
chamuscadas las manos, diariamente
lo busco entre la niebla.

Ni el galope del mar: atrás quedaron
inmóviles sus cascos de diamante en la arena.
Pero un viento más bello amanece en mi cuarto
un viento más cargado de naufragios que el mar.

(Qué luna inalcanzable
desmadejan tus manos
en tanto el tiempo temporal golpeando
como una puerta de silencio suena).

Desde el viento te escribo.
Y es cual si navegaran mis palabras
en los frascos de nácar que los sobrevivientes
encargan al vaivén de las sirenas.

A lo lejos escucho
el estrujado celofán del río
bajar por la ladera
(un silencio de jazz sobre la hierba).

Y pregunto y pregunto:

¿Es cierto que allá en Vermont
las noches tienen ojos azules
y lavan sus cabellos en ginebra?

¿Es cierto que allá en Vermont los geranios
otoñan las tristezas?

¿Es cierto que allá en Vermont es agosto
y en este mar, ausencia...?


HOY HEMOS ALMORZADO DE MEMORIA

Hoy hemos almorzado de memoria.
De nuevo
de memoria.
Contando alguna tarde de provincia,
mi madre se ha quedado dormida en una alondra.
En una alondra antigua y silenciosa.

¿Quién va a venir ahora, con la voz de esa alondra,
a hablarnos de la dicha y de las rosas?
Con la luz de esa sombra ¿quién va a venir mañana
a hablarnos del perfume radiante de la dicha,
dichoso
de las rosas?

Ya nadie vendrá ahora.
Nos hemos devorado la voz de las alondras.

Ya nadie vendrá nunca.
Contando alguna tarde de provincia,
hoy nos hemos comido para siempre las rosas.
Poemas bajo tierra, Lima 1960.


DAN LAS CAMPANAS TU RECUERDO EN PUNTO

Dan las campanas tu recuerdo en punto.

Afuera se pasean las dos de la mañana.

Nada pudo diciembre contra el semestre tuyo.
Nada el sol silencioso contra tu sombra hablada.
Desde el fondo de todo
lo que tengo,
me faltas.

Dan tu recuerdo en punto las campanas.
Y afuera se pasean,
de una
en una,
las dos
de la mañana.
Poemas bajo tierra, Lima 1960

ARMANDO TEJADA GOMEZ ( Argentina, 1929-1992 )

ARMANDO TEJADA GOMEZ ( Argentina, 1929-1992 )


HISTORIA DE TU AUSENCIA

Si ahora digo amor tal vez no diga
que la ausencia me mira del fondo de tus ojos,
que aquí estuvimos juntos, que fue hermoso
y que el sol conocía tu perfil de memoria.
Tal vez sea imposible que alguien sepa lo claro,
la luz que fue llevarte de la mano pequeña
como a un tallo mecido por un viento de música
hacia los territorios donde aguarda el silencio.

Y ya que estás distante,
qué pensarán los árboles
qué dirán las canciones,
cómo verá la noche mi soledad de río;
dónde pondrán su ronda los niños de la tarde,
adónde irán los pájaros sin tu risa y mi silbo
y la calle tan sola con sus puertas inútiles
y las sombras sin besos
y los perros perdidos;
ahora que la ausencia me interrumpe la boca,
ahora que me esperas tan allá de los niños.

Se nos ha muerto el año.
Yo le veo el invierno
hecho de un sólo frío,
de un solo tajo solo
a la mitad de agosto,
de una dura distancia...
larga, definitiva.
Porque de pronto sobran los barcos,
los andenes
y de pronto este rumbo ya no tiene sentido
como si nadie fuera hacia ninguna parte
o alguien hubiera muerto a mitad de camino.

Alguien.
Mi voz. Tu pelo. Las cosas que no dije.
La flor de tu vestido.
Se nos ha muerto el año donde dejé tu nombre
para que recobrara su condición de estío.

Ya no sé,
nunca entiendo estas precarias sílabas
cosas que no recuerdo de pronto me dominan:
¿te dije que tenías la piel como de humo?
¿que de estarme en tus ojos me conozco el origen?
¿te he enseñado el misterio de los árboles solos?
¿sabes ya que tus manos son dos siestas dormidas?

No sé,
nunca recuerdo tanta distancia,
tanta canción que no he cantado cuando anduvimos juntos.
Me dolería mucho no haberte dicho todo
lo que llevo en la boca casi como otra risa.


JOSÉ ÁNGEL BUESA

JOSÉ ÁNGEL BUESA

Biografía:

José Angel Buesa, nacido un 2 de septiembre de 1910. En Cruces, ciudad de la antigua provincia de Las villas, ahora Cienfuegos, Cuba.
Comienza en el mundo de la poesía a los 7 años de edad, edad a la que empieza a escribir sus primeros versos. Al llegar a la adolescencia, marcha a Cienfuegos a continuar sus estudios en el Colegio de los Hermanos Maristas. La gente, los cañaverales, y todo el medio ambiente de Cienfuegos, ejerce un embrujo en el alma del poeta y este empieza a plasmar en sus versos la magia destelleante del paisaje que lo rodea. Aun joven, deja a Cienfuegos para irse a trabajar a la Habana, donde la rutina de su empleo le da tiempo para tomar parte activa en los grupos literarios existentes en aquel entonces.
Por ese entonces empieza a publicar sus libros, Sus principales obras son: La fuga de las horas (1932), Misas paganas (1933), Babel (1936), Canto final (1936), Oasis, Hyacinthus, Prometeo, La Vejez de Don Juan, Odas por la Victoria y Muerte Diaria (todas de 1943), Cantos de Proteo (1944), Lamentaciones de Proteo, Canciones de Adán (ambas de 1947), Poemas en la Arena, Alegría de Proteo (ambas de 1948), Nuevo Oasis y Poeta Enamorado (1949).
Buesa se ve obligado a abandonar cuba para empezar una peregrinacion por varios paises, España, Islas Canarias El Salvador, y Santo Domingo Republica Dominicana donde muere en 1982.

POEMAS:

ALA Y RAÍZ

Ala y raíz: la eternidad es eso.
Y aquí, de frente al mar, en la ribera,
la vida es como un fruto que cayera
de un alto gajo, por su propio peso.

Ala y raíz. Y el ala, sin regreso,
a la raíz, con sed de primavera:
que así el confín de la emoción viajera
duerme a la sombra del follaje espeso.

(El mar corre descalzo por la arena.
Mi corazón ya casi es sólo mío.
El ancla está aprendiendo a ser antena

y el latido unicorde se hace escala.
Después, libre del tiempo, en el vacío,
Así: ¡mitad raíz y mitad ala!)

AMOR TARDÍO

Tardíamente, en el jardín sombrío,
tardíamente entró una mariposa,
transfigurando en alba milagrosa
el deprimente anochecer de estío.

Y, sedienta de miel y de rocío,
tardíamente en el rosal se posa,
pues ya se deshojó la última rosa
con la primera ráfaga de frío.

Y yo, que voy andando hacia el poniente,
siento llegar maravillosamente,
como esa mariposa, una ilusión;

pero en mi otoño de melancolía,
mariposa de amor, al fin del día,
qué tarde llegas a mi corazón...

ARRIBA

A una lágrima
Gota del mar donde en naufragio lento
se hunde el navío negro de una pena;
gota que, rebosando, nubla y llena
los ojos olvidados del contento.

Grito hecho perla por el desaliento
de saber que si llega a un alma ajena,
ésta, sin escucharlo, le condena
por vergonzoso heraldo del tormento.

Piedad para esa gota, que es cual llama
de la que el corazón se desahoga
cual desahoga espinas una rama.

Piedad para la lágrima que azoga
el dolor, pues si así no se derrama,
¡el alma, en esa lágrima se ahoga!

BRINDIS

He aquí dos rosas frescas, mojadas de rocío:
una blanca, otra roja, como tu amor y el mío.
Y he aquí que, lentamente, las dos rosas deshojo:
la roja, en vino blanco; la blanca, en vino rojo.

Al beber, gota a gota, los pétalos flotantes
me rozarán los labios, como labios de amante;
y, en su llama o su nieve de idéntico destino,
serán como fantasmas de besos en el vino.

Ahora, elige tú, amiga, cuál ha de ser tu vaso:
si éste, que es como un alba, o aquél, como un ocaso.
No me preguntes nada: yo sé bien que es mejor
embriagarse de vino que embriagarse de amor...

Y así mientras tú bebes, sonriéndome -así,
yo, sin que tú lo sepas, me embriagaré de ti...

CANCIÓN DE LA LLUVIA

Acaso está lloviendo también en tu ventana;
Acaso esté lloviendo calladamente, así.
Y mientras anochece de pronto la mañana,
yo sé que, aunque no quieras, vas a pensar en mi.

Y tendrá un sobresalto tu corazón tranquilo,
sintiendo que despierta su ternura de ayer.
Y, si estabas cosiendo, se hará un nudo en el hilo,
y aún lloverá en tus ojos, al dejar de llover.

Canción del amor prohibido
Sólo tú y yo sabemos lo que ignora la gente
al cambiar un saludo ceremonioso y frío,
porque nadie sospecha que es falso tu desvío,
ni cuánto amor esconde mi gesto indiferente.

Sólo tú y yo sabemos por qué mi boca miente,
relatando la historia de un fugaz amorío;
y tú apenas me escuchas y yo no te sonrío...
y aún nos arde en los labios algún beso reciente.

Sólo tú y yo sabemos que existe una simiente
germinando en la sombra de este surco vacío,
porque su flor profunda no se ve, ni se siente.

Y así dos orillas tu corazón y el mío,
pues, aunque las separa la corriente de un río,
por debajo del río se unen secretamente.